¿Somos humanos o bailarines?
Qué pasó con todas aquellas inquietudes que parecían tener la fuerza de una tropa de caballos.
Qué fue de esos sueños de viajar por el mundo conociendo lugares que habíamos marcado en el globo terráqueo con un pequeño círculo y un dibujo de nosotros mismos.
Qué pasó con nuestros sueños y con las flores.
Qué barrió con esos ideales de no venderse del todo, de hermanarse con todo aquello que deseábamos.
Hay un teoría que dice que cuando uno crece, se vuelve adulto y acepta las cosas tal cual son, las digiere a diario hasta que no hay casi diferencia entre afuera y adentro, se supone que eso puede ser civilizarse; hay otras teorías, muchas otras, entre ellas la que dice que madurar es el proceso indicado y sin poner afuera lo que llevamos dentro este proceso no es posible, no nos civilizamos, no aportamos nada nuevo a nuestra querida comunidad humana llamada civilización.
Es cierto que el trabajo rutinario, que el sudor de quien no cantó y trabajó de sol a sol nos trajo hasta aquí en el ámbito material del progreso pero fue también el sueño de quienes eligieron soñar trabajando y darlo todo el que nos trajo hasta aquí en el ámbito de los derechos del progreso, existen tantas teorías y opciones de trabajar y soñar como personas o aun más y vale la pena descubrir cuál es nuestra teoría y comprobarla nosotros mismos en el día a día.
No desmiento las posibilidades de que aburguesemos nuestros ánimos con el tiempo, que perdamos nuestro Norte de vez en cuando o que una y otra vez encontremos solo la rutina marcada pero mejor es intentar estar ahí afuera de verdad y exponernos y reafirmarnos antes que la posibilidad de soñar nos parezca lejana y caduca. Para poner afuera lo que hay dentro necesitamos un código, un puente entre nuestro micro sistema de creencias y el macro sistema del cual formamos parte, siempre necesitamos de cierto reconocimiento ajeno para crecer de manera social, es probable que al crear este puente nos volvamos magos y magas del lenguaje y sus posibilidades, es necesario, es una pequeña meta personal, el civilizarse.
Y mientras en la playlist aquel cantante se sigue preguntando de rodillas si somos humanos o si somos bailarines yo ya tengo mi respuesta: somos ambos, tenemos un costado humano que nos hace ir a lo establecido, un rasgo caracterizado por el miedo que nos impide o dificulta romper con la estructura social que nos envuelve y un costado bailarín que nos hace abrir puertas donde no las había, que nos hace cantar y soñar con cosas impensables, que nos permite bailar como si no nos estuviesen viendo. Mi costado humano ya tendrá su tiempo, este nuevo año elijo comenzarlo bailando sin censura y mesura con los ojos cerrados en un lugar oscuro lleno de luces flúo que representen nuestras ciudades, nuestros símbolos, nuestros valores, creando nuevos pasos de baile hacia algo distinto, más grande, más libre.
MKSS