martes, 26 de enero de 2010

17ª carta en el post capitalismo

He buscado ser bello y posicionado,

errado en que la necesidad de reconocimiento saciaría.

He intentado ser más bueno, esperando el abrazo de un padre aún más grande (¿dios?), que curará y perdonará mis imperfecciones.

En algún lugar/momento de mi infancia donde me sentí descuidado genere la estructura ideal de vulnerabilidad necesaria para quedar desprotegido por propia elección, siendo víctima y victimario, la posición aquella devenía del castigo aliado de la culpa.

No hay dios y no hay belleza que alcance.

Hoy cultivo la belleza que es reflejo del bienestar intimo.

Los alimentos, los estímulos y el cuerpo quedan donde están pues sólo son lo que son.

Comenzar a asomarse fuera de ese rompecabezas emocional fue difícil

pero sentir el Sol en la cara fue algo que me remitió a lo más profundo de mí ser:

la llama más ardiente.

Al cabo de un rato, diría que al cabo de unos 23 años, acabo por sentirme a mí mismo:

El calmo/ansioso, el niño/sabio, el seductor/provocador, el creador/propiciador, el culposo/perseguidor, el prejuicioso/imitador, el cínico/violento, el ingenuo/inocente, el valiente/ visionario.

Todas y cada una de mis partes tienen lugar en esta sinfonía al aire libre. En el cielo las veo. Sus torsos brillantes reflejan al Sol y la sensación gloriosa de desplazarse a su antojo.

Aves como puntas de flechas marcan el camino en el cielo, en el suelo

su sombra, recuerdo único que nos guía a la libertad innata.

De todos elegí al creador/propiciador por su capacidad de accionar embelleciendo adentro y afuera.

Me voy tornando aquella ave soñada,

Tal vez un cóndor dorado por el Sol o azulado por la Luna,

que vuela entrelazando, unificando tal vez

Cada día más libre y aéreo me reconozco,

Vivo soñando que vuelo.

MKSS