miércoles, 17 de diciembre de 2008

5 Carta en el post capitalismo

¿Cuánto estoy dispuesto a aprender hoy?



(Dedicada a quienes se arriesgaron por un ideal, a quienes se expresaron, a quienes lucharon, a quienes finalmente aprendieron y enseñaron; nuestra libertad y consciencia son frutos de su osadía)



Cuando el árbol te invita a sentarte en sus raíces, no lo dudes, siéntate y escribe.

Grandes sus sombras, sus brazos y su cuerpo subterráneo, oscuro y necesario,

que se arraiga a la tierra como la sangre se arraiga a la vida,

desde la consciencia sin forma, universal y eterna.

Él me ha visto pasar una y otra vez,

ha visto pasar a muchas generaciones y sigue allí (siempre verde).



La historia humana no está en los libros, está en nuestros genes

la vida se renueva, mueren los padres de los hijos, nacen los hijos de los hijos,

la Tierra se purga, se recicla y regenera de manera espiralada y natural.

La historia de los grupos humanos a los que pertenecemos nos toca, la forma en que nuestros antecesores vivieron su vida nos marca inevitablemente, nacemos con su historia dentro.



Hay un punto en el medio de nuestra esencia donde se cruzan tres líneas: nuestra historia como individuo; nuestra historia social inmediata, la familiar y nuestra historia como integrante de la especie humana, que es pujada desde el centro mismo de la Tierra.



Por momentos hay mucha información: crecer, el alquiler, la convivencia, los ex, el estudio, cumplir y no cumplir expectativas, los amigos suspendidos en el tiempo, el subte, la reconstrucción de mis vínculos y de mi sexualidad, la práctica y la no práctica, la casa que se ensucia…

La falta de visión, la escasa percepción de lo que es la vida, a veces nos congela.

Congelados para actuar hay algo más profundo y poderoso bajo nuestra piel:

el ritmo biológico que nos empuja a investigar

y aprender lo que nuestros genes necesitan saber.



La humanidad apunta a un nivel más profundo mientras se aceleran las guerras y los medios se comen al mundo.

Mi abuela se encuentra tomando sus últimas lecciones, las más grandes quizás.

Mis padres esperan romper sus paradigmas y ser honestos afrontando sus miedos; yo

en mis veintidós años planeo un progreso marcante e integral.

Y él, inmenso, robusto, lleno de vida que se clava, se entierra y eterniza, sigue allí.



La vida se trata de recoger las consecuencias de nuestras acciones a corto, mediano y largo plazo, esta aquí la importancia de ser consciente al actuar.

Nuestro bien más preciado es nuestra capacidad de aprender integralmente de los aciertos y de los errores de nuestras vivencias, es nuestra única forma de transmitir a las próximas generaciones los más altos valores y una historia real sin mentiras que propicien el abuso de poder. La consciencia se expande de manera exponencial pero hay que expandirla, es como si estuviera esperando por nosotros para ser tomada y arrojada hacia el espacio.



De repente todo oscuro, la inmensidad de lo infinito e inconsciente junto a su inesperada comodidad, el descanso, los sueños: lo nocturno.

Abrir los ojos, las luces, los sonidos, el movimiento, lo consciente, la infinidad de elecciones en el plano material: lo diurno.

Cada día y cada noche son nuevas oportunidades de aprender, entonces me pregunto:

¿Cuánto estoy dispuesto aprender hoy?



MKSS