He buscado ser bello y posicionado,
errado en que la necesidad de reconocimiento saciaría.
He intentado ser más bueno, esperando el abrazo de un padre aún más grande (¿dios?), que curará y perdonará mis imperfecciones.
En algún lugar/momento de mi infancia donde me sentí descuidado genere la estructura ideal de vulnerabilidad necesaria para quedar desprotegido por propia elección, siendo víctima y victimario, la posición aquella devenía del castigo aliado de la culpa.
No hay dios y no hay belleza que alcance.
Hoy cultivo la belleza que es reflejo del bienestar intimo.
Los alimentos, los estímulos y el cuerpo quedan donde están pues sólo son lo que son.
Comenzar a asomarse fuera de ese rompecabezas emocional fue difícil
pero sentir el Sol en la cara fue algo que me remitió a lo más profundo de mí ser:
la llama más ardiente.
Al cabo de un rato, diría que al cabo de unos 23 años, acabo por sentirme a mí mismo:
El calmo/ansioso, el niño/sabio, el seductor/provocador, el creador/propiciador, el culposo/perseguidor, el prejuicioso/imitador, el cínico/violento, el ingenuo/inocente, el valiente/ visionario.
Todas y cada una de mis partes tienen lugar en esta sinfonía al aire libre. En el cielo las veo. Sus torsos brillantes reflejan al Sol y la sensación gloriosa de desplazarse a su antojo.
Aves como puntas de flechas marcan el camino en el cielo, en el suelo
su sombra, recuerdo único que nos guía a la libertad innata.
De todos elegí al creador/propiciador por su capacidad de accionar embelleciendo adentro y afuera.
Me voy tornando aquella ave soñada,
Tal vez un cóndor dorado por el Sol o azulado por la Luna,
que vuela entrelazando, unificando tal vez
Cada día más libre y aéreo me reconozco,
Vivo soñando que vuelo.
MKSS
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